La primera cita de Nefarian
Miraba aturdido como la había llenado de helado, sabía que iba a salir de allí con el cuerpo lleno de moretones, eso le hizo preguntarse ¿Cómo había llegado a esa situación?
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-¡No, no y no! – gruño el castaño mientras hacia un gesto con la mano.
-No podemos consentir que te pases el día dentro de casa jugando a los videojuegos y tomando chucherías. Queremos que salgas – explico el padre intentando parecer dulce.
-Para eso me apuntáis al equipo de fútbol como os pedí el mes pasado, pero ¡¡no me consigáis ninguna cita con una desconocida!! – seguía gruñendo Nefarian de brazos cruzados y luego viro la cabeza mirando hacia otro lado.
-Mira cariño, no es una desconocida. Es nuestra vecina de al lado, además, es dulce, bonita y encima es animadora – dijo la madre de manera dulce.
-¡Lo que faltaba! Una de esas pijas – seguía a lo suyo el castaño.
-¡Se acabo! No consentiré que nos hables de esa manera pequeño granuja – peleo el padre mirándole amenazante.
-¡Stuart! Cálmate, le estás dando mal ejemplo – intento calmarle su esposa.
-El mal ejemplo lo recibe de esos estúpidos juegos y esa maldita máquina de las narices – dijo Stuart.
Nefarian bufo y se dirigió a su cuarto, cuando la voz de la madre le detuvo cuando piso el primer escalón.
-Haremos un trato – dijo la madre.
-No me intere…
-Un videojuego – le interrumpió la madre.
Nefarian sonrío y miro de manera burlona a su madre.
-¿Cuál? – pregunto el castaño mientras miraba pensativo.
-El que tú quieras.
-¿De verdad?
-Lo juro porque atropellen a mi querida Susy.
-Trato hecho – dijo Nefarian haciendo la señal de V, de victoria.
Nefarian sabía que su madre amaba con toda su alma a la gata llamada Susy, aunque parezca increíble, la quería más que al propio Nefarian. El padre miraba la escena con la misma posición que segundos antes tenía su hijo; los brazos cruzados y la mirada perdida. Antes de que Nefarian llegará al segundo escalón, la voz de su madre volvió a pararlo.
-Tienes que ir a recogerla esta tarde a las cinco – explico la madre.
-¿Por qué a las cinco? ¿No es muy pronto? – pregunto extrañado el castaño mirando incrédulo a su madre.
-Vete a recogerla y ya esta – grito el padre.
-¡Stuart! – replico la madre, luego miro de nuevo a su hijo – Porque no es una cita de solo cine y ya. Si vienes antes de las nueve de la noche, no hay trato.
-¡No hay problema! – rió Nefarian.
Nefarian corrió a su cuarto y desde allí escucho los gritos de su padre en contra del trato y a su madre defendiendo ese trato por necesidad de que el saliera de casa.
-Venga, papá. Así podrás hacer eso que tanto te gusta con mamá – pensó el castaño mientras se reía.
Se puso a buscar lo que iba a ponerse y en cuanto lo tuvo todo listo, se fue al baño. A Nefarian no le gustaba el agua, razón por la que bebía muy poca agua, por eso se metió bajo el grifo durante tan solo 10 segundos, aunque parezca mentira. En cuanto salio se peino mirándose fijamente al espejo.
-Tranquilo Nefarian es una cita, bueno, solo es una salida con… con… con una chica que es, un poco, bueno, bastante guapa – se dijo a si mismo.
-¡¿Se puede saber que haces hablando solo en el baño maricón?! – exclamo el padre desde el otro lado de la puerta.
Nefarian apretó los dientes y agacho la cabeza para intentar responder de forma correcta y no llevarse la charla y la paliza del día.
-Solo… ¡¡solo estaba hablando con mi amigo invisible!! – se burlo.
Nefarian supo que con esa respuesta se la había cargado, pero en cambio, su padre no respondió.
-Parece ser que se había ido en cuanto me grito – murmuro el castaño.
Los minutos después pasaron rápido. Se había puesto perfume de su padre, cosa que él no se dio cuenta y también se puso gomina en el pelo, para aguantar las puntas que ya no se aguantaban. Vestía con unos pantalones largos y vaqueros, mientras que llevaba una camisa de manga larga, negra y con manchas rojas como si fuera sangre que ponía “Los vampiros vienen a por ti”.
Cuando salió de su cuarto, con una chaqueta azul en mano, su madre consiguió evitar un ataque de pánico.
-¡¿Qué haces con esa camisa?! ¡Con esos pelos pareces una gallina! – se quejaba la madre.
-¡Mamá! – grito callándola – Tú siempre me has dicho, que cuando busque el amor o este con una chica, que sea yo mismo. Pues ¡aquí me tienes!
-Tú no eres mi hijo – grito la madre.
-No, claro que no lo soy. Soy el doctor Bacterio y voy a por ti para que uses mis inventos. Mamá, ¿seguro que no tú no bebes alcohol? Porque te sienta peor que aquel chico verde de Naruto – recalco su hijo dirigiéndose hacía las escaleras.
Nefarian salio de su casa ignorando las suplicas de su madre para que no saliera así y los gritos de risa de su padre, que le decían a su madre que, él ya se lo había advertido. Se acerco por la acera hacia la casa de al lado, la cual tenía un cartel en el jardín en el cual ponía que no se pisará la hierba. Eso es justo lo que no debería poner un cartel cuando esta Nefarian de por medio, quien paso por encima de la hierba como si nada. Toco el timbre y la recibió una chica en la cual no se fijo, ya que simplemente tenía la mirada pérdida para no caer en las redes del amor.
-A ver, soy Nefarian y si tú eres Melanie, ¡vamos! – dijo como si estuviera borracho.
-Espera, tengo que peinarme mejor – replico la chica sonriendo de una manera tan falsa que provoco enfado en el chico.
-¿Cuánto tardarás? – pregunto Nefarian frunciendo el ceño.
-Medio hora – dijo Melanie tan pancha.
Nefarian sonrió y jalo de Melanie sacándola de su casa.
-Nos vamos ya – dijo Nefarian.
-¡No voy a salir así! – se quejo la chica.
-Me da igual – sentenció Nefarian.
Por suerte para Melanie, ella cuando se peinaba y maquillaba para salir, siempre llevaba el bolso puesto, por si en alguna ocasión se le olvidaba. Llegaron caminando a un parque, en el cual había un chico jugando a la consola que al ver a Nefarian acercarse se acerco él.
-Hola Nefarian y… Melania – dijo el chico moreno.
-Hola Jeremy – saludo el castaño.
-¡Me llamo Melanie, tarugo! – gruño la chica.
-Como sea. Oye Nefarian, esta noche sigue en pie lo de el combate del juego ¿eh?
-¡Claro! Súper combate – dijo el mencionado levantando el puño.
La chica bufo y luego tiro de Nefarian llevándoselo casi a arrastras hacia el camino del paseo.
-Nefarian ¿te parezco guapa? – pregunto ella jugando con su pelo.
Nefarian no contesto, simplemente observaba el helado que tenía un niño en sus manos.
-¿Dónde esta la heladería donde venden esos helados? – pregunto Nefarian el chico ignorando completamente a su acompañante.
Pero, Melanie creía que le resultaba vergonzoso decirle que la quería y se lo demostraría comprando un helado, cosa que no tenía nada que ver con las verdaderas intenciones de Nefarian.
-Hay uno ambulante allí – dijo señalando hacia la heladería, el chico.
-Gracias chaval – contesto agradecido Nefarian.
Nefarian se compro un helado y luego compro otro para Melanie. Se dio cuenta de que no le daba para ella y así que se fue hacia ella con el suyo. Melanie creía que iba a ofrecerle el suyo ya que no podía comprarle otro, pensaba eso y que iban a compartirlo.
-Me encanta el chocolate – dijo sensualmente cuando tuvo a Nefarian delante.
-Ya. ¿Me das dinero para comprarte el tuyo? – dijo ignorando a la chica.
Melanie sintió que el mundo se le caía encima y que tenía unas fuertes ganas de gritar y abalanzarse sobre su acompañante y estrangularlo por romper sus sueños amorosos. Metió su mano en su bolso y de su cartera saco dinero y se lo dio al castaño, quien segundos después volvió con otro helado, pero, la suerte no iba con él y tropezó al pisarse el cordón suelto de su zapatilla y cayó soltando el helado que sostenía en su mano derecha. Se levanto aturdido limpiandose la ropa con las manos y luego sonrió.
-He salvado mi helado – dijo sonriente.
Pero, en esta ocasión, su risa desapareció y luego miro aturdido a la chica. El helado le había dado de lleno en el pecho y se deslizaba por su camisa y hasta por su sujetador. Ella chillo el nombre de Nefarian y este simplemente salió corriendo mientras se comía el helado.
-Me quedo sin juego, pero igualmente le puedo pedir a Jeremy que me presté el suyo – dijo tranquilo Nefarian mientras corría huyendo de Melanie sin dejar de comerse el helado.