Alan corría por las calles pensando en que su vida dependía de ello. Si era verdad lo que había dicho Janiz, tendría una oportunidad, aguantar a la luz del Sol y por la noche permanecer al lado de los humanos. Si tanta consideración tenía Janiz con el pueblo, no dejaría que ninguno de ellos se acercará a un humano. Ya corriendo la había visto por ahí, observando el lugar y sonriéndole con un saludo. Seguro que esos vampiros estaban por algún lugar, escondidos, para poder pillarle en cuanto se alejará de los rayos del Sol, o cuando llegará la noche. Y eso era lo que le daba miedo; la noche. Si era de noche tendrían una increíble ventaja, ya que al ser vampiros pueden ver en la oscuridad y pasar desapercibidos. Cuando giro la cabeza se dio cuenta de que el Sol empezaba a alejarse de su vista. Empezó a temblar levemente, totalmente aterrado. ¿Por qué tenía que pasarle esto? Podía haber sido un brujo normalito si no hubiera conocido a Janiz. Pero no podía pensar eso. Era su amiga. Tenía que luchar y aguantar hasta el final. ¡Tenía que ayudarla! Cuando volvió a mirar al frente para seguir corriendo, ella estaba ahí, sonriendo. Alan tembló considerablemente al ver como levantaba una mano, mostrando los cinco dedos y los bajaba débilmente hasta hacer su mano un puño. El juego había comenzado y el Sol estaba dejando de mostrar sus ya débiles rayos. Sus piernas flojeaban y amenazaban con no aguantar provocando su caída al suelo. No podía. No podía. ¡No podía permitirse la caída en ese mismo momento! Sus piernas volvieron a responderle y empezó a correr, pasando al lado de Janiz, que dejo de sonreír al ver como Alan pasaba corriendo a su lado. Disimuladamente, metió algo en su bolsillo y él no se dio cuenta.
Se sentía mal. No sabía porque, pero se sentía mal. ¿Por qué? Ella ya no era así. Era cruel y tenía que evitar sentirse triste por lo que le pase a sus amigos. ¡No! No eran sus amigos. Ya no lo eran. Ella tenía que acabar con ellos, pero ¿por qué no acepto participar en el juego?
Flashback
-Si vamos a hacer el juego habrá que escoger a los participantes – decía Marcus mientras miraba a los vampiros que se encontraban firmes delante de él.
A su lado y sentando en una silla, Janiz miraba con desinterés una copa vacía de sangre fresca. Jugueteo con sus dedos ignorando a los vampiros y luego suspiro. Se sentía vacía ella también. Marcus se acerco a ella y se agacho para estar a su altura, le sonrió por primera vez de forma tranquilizadora que le daba calidez y no le hacia sentirse vacía, nada comparado a su normal sonrisa fría y prepotente.
-¿Te pasa algo? – le pregunto mientras le acariciaba la mejilla.
-No. Es que me siento mal ¿Es normal cuando uno se transforma?
-Lo cierto es que no. Seguro que no es nada importante ¿Quieres irte a tu cuarto?
-Si no te importa – decía Janiz levantándose.
-Oye Janiz ¿Quieres participar en el juego? – pregunto Roger mientras le sonreía de manera que a Janiz le pareció igual a la de Nefarian.
-No me apetece ahora mismo – dijo agachando la cabeza.
-¿Estás bien? – pregunto ahora Edward.
-¿Desde cuando te preocupas por mí? – dijo forzando una sonrisa.
-Desde que sé que a partir de ahora me mandarás – respondió secamente.
-Dejadlo ya. Janiz, te puedes ir. No hay problema – sentencio Marcus mientras le pasaba un brazo por encima del hombro y la atraía hacia él.
-Vale – dijo cortando en seco el movimiento de Marcus y se alejaba de ellos.
Fin del Flashback
-Ten cuidado Alan – pensaba inconcientemente Janiz mientras veía como Alan corría por las calles.
Si no fuera porque podía usar magia, ahora mismo Alan estaría muerto de miedo en un rincón esperando su destino. Pero, él no era así y la magia no era la única parte de su valentía, tenía confianza y seguridad… o eso creía él hasta que vio Nefarian delante de él. Sostenía en su rostro uno de sus sonrisas burlonas que a veces acojonaban a Alan. Al principio pensó en dar un paso hacia atrás, pero estaba seguro que cualquier movimiento brusco provocaría el ataque repentino del vampiro. Pensó una forma de salir de ahí. Un hechizo, un movimiento, una defensa. Nada. Él aún no era un experto y no tenía ganas de dañar a su amigo sin saber porque le estaba haciendo esto. Estaba claro que en cuerpo era Nefarian, pero ¿por dentro? ¿su alma? No. Si era un hechizo estaba controlado o hechizado, pero tenía que librarse del maldito hechizo, sea cual sea con el que le hayan hecho eso. Rodó levemente los ojos para distinguir un callejón. Sabía que aunque estuviera en la calle con la gente alrededor, a él no le importaría. No era lo mismo estar hechizado sin saber las consecuencias de tocar a la gente, que ser cuerdo en parte y saber que si tocas a alguno te torturaría esos tales Edward y Marcus. Movió un poco el pie, provocando que una pequeña cortina de tierra se levantará. Aun que parezca sorprendente, Nefarian no se movió, seguía en la misma posición en la que Alan le había encontrado ¿Estaría paralizado? No quería arriesgarse así que, de un segundo a otro echo a correr hacia el callejón.
Corría desesperado, dejándose llevar por los pies, no quería mirar atrás y ver a la muerte en persona… pero miro y no le gusto lo que vio. Nefarian estaba tirado en el suelo, gimiendo de dolor mientras clavaba sus propios colmillos en su labio inferior, provocando un hilillo de sangre. Alan no supo como reaccionar “¿Y si es una trampa? Pero, es mi amigo… puede que este volviendo a ser normal y por eso este así ¡No puedo arriesgarme a perder mi vida! Pero tampoco a dejarle a él… De todas formas, si no le salvo yo, seguro que lo hará Janiz” pensaba desconcertado. Instintivamente dio un paso hacia Nefarian, un paso que de manera inconciente, acabo ubicándole al lado de él. Agacho la cabeza un poco, para verle mejor, trago saliva y estiro una mano con la intención de hacerle saber que estaba allí y podía contar con él. Sudaba mientras lentamente la estiraba, estuvo de hacer la mano para atrás, pero no, fue valiente y la estiro hasta tocar el hombro de Nefarian. Este rió bastante maquiavélico y levanto la cabeza sonriéndole burlón.
-Hay que ser idiota Alan – dijo lamiéndose su propia sangre, que recorría sus labios - ¿De verdad eres un brujo?
-Y-y-yo…
Se interrumpió a sí mismo para darse la vuelta y echar a correr, pero antes de poder dar un paso en su intento de huida, Nefarian le agarro del piel, provocando que cayera de cara contra el suelo. Sintio como la nariz empezaba a sangrarle y su mejilla empezaba a cobrarse con un moratón. Apoyo las palmas de las manos y empujo su mullido cuerpo hacia arriba. Sus rodillas mostraban rasguños que parecían estar a punto de sangrar, tras sus pantalones totalmente rotos. Nefarian sonreía y veía con emoción como Alan intentaba dar todo de sí, para poder levantarse y echar a correr. Alan movió las piernas de la manera más provocativa posible, así, conseguiría que sus rodillas se volvieran a acomodar. Echo a correr con las fuerzas que le quedaban, sintiéndose humillado por el hecho de que Nefarian se divirtiera viéndole correr con dolor. Quizás debería dejarse caer y acabar antes de que la cosa vaya a más y tenga que empezar a cargar con los otros dos vampiros.
-¡Ya lo sé!
La voz de Janiz inundo su mente. Si ella no se había rendido de la manera en la que lo estaba, él tampoco lo haría. Ella tuvo que acabar con unos cazavampiros y él nunca había hecho nada de lo que verdaderamente la gente le pudiera considerar un héroe o algo. Él creía que no existía…
Pero si salvaba a Janiz y ayudaba a los otros a echar a ese grupo de vampiros, podrían estar bien otra vez, él habría hecho algo. Habría ayudado a sus amigos, habría salvado al pueblo y habrían salvado a Janiz. Por eso…
-¡¡¡No me rendiré!!! – grito empezando a correr más rápido que antes mientras pensaba en un hechizo de paralización.
Nefarian miro sorprendido la reacción del chico y bufó enfadado. No sabía como había sido capaz de sacar tantas fuerzas de la nada. ¿Estaría experimentando la adrenalina antes de morir? Dio un ligero paso y luego hizo la postura de un corredor antes de empezar la carrera.
-Preparados…listos… ¡Ya!
Salio corriendo sin darse cuenta de lo que rápido que iba. Alan miro de reojo a Nefarian y freno en seco mientras se agachaba. Nefarian giro el pie para intentar frenar, pero iba demasiado rápido y patino sobre el suelo, mientras agitaba los brazos de manera desfrenada.
-¡¡Que alguien me pare!!
Alan observo como Nefarian, acababa de entrar en el parque, levanto la tierra por su paso. Lo que nadie pensaba que le pudiera pasar a un vampiro, pasó: Nefarian fue directo hacia el columpio, elevándose con él, en el aire, para luego volver a caer y salir disparado hacia el lado de donde había venido. Alan seguía agachado y pudo evitar una de las manos agitadas de Nefarian.
-¡Jolín que me la pego!
Se pudo escuchar un ruido sordo de “alguien” que había chocado contra algo de cristal y luego metálico. Alan hizo una mueca de dolor, como si él hubiera recibido el golpe.
-Esta claro que en el comportamiento es Nefarian.
Alan se giro para continuar su camino, cuando se choco de lleno contra alguien y luego caía de bruces al suelo. Se froto la cabeza sin abrir los ojos, sabiendo lo que el destino le tenía reservado. Abrió a medias el ojos izquierdo y luego abrió ambos mientras miraba aterrorizado. Ante él estaba su “amigo” pelopincho, Roger, pero no estaba solo, a su lado se encontraba un extraño moreno que le miraba sádicamente.
-Alan. Te presento a Edward – saludo Roger mientras señalaba al moreno.
-¿Alan? Te imaginaba más alto – rió Edward para luego hacer una reverencia – Encantado de conocerle.
-Lleva mucho tiempo vivo y tiene la manía desde la Edad Media – le susurro Roger mientras miraba de reojo a Edward.
Alan no hablaba. Estaba demasiado asustado para decir siguiera una palabra. Abrió la boca para decir algo, pero Edward le interrumpió con un silbido y un gesto con la mano.
-No me gusta saber la vida de mis víctimas.
Ahora si que Alan estaba muerto de miedo, se levanto lentamente mientras los dos vampiros son reían, ahora ambos, le miraban sádicamente. Se encontró de pie, frente a ellos, dolorido por sus rodillas, de donde se deslizaban hilillos de sangre proviniendo de los rasguños que había sufrido. Quiso llorar, pero reprimió las lágrimas. Metió su mano en el bolsillo de manera disimulada, intentando encontrar algún otro objeto que le sirviera de ayuda para esta ocasión. Y lo encontró. Encontró lo que no esperaba, tenía, una navaja de esas que son multiusos. Agachó la cabeza para ocultar su rostro y luego rápidamente saco la navaja y lanzársela a Roger. Sabía que era una estupidez, pero es que no tendría opción luchando cuerpo a cuerpo contra dos expertos vampiros. A Roger la navaja se le clavo en el vientre, chillo de dolor mientras mantenía las manos a una distancia prudencial de la navaja que tenía clavada. Edward rió divertido ignorando como Alan corría lo más rápido que sus pies le permitían, que ya era poco.
-¡Se escapa, imbécil! – le gruño Roger a Edward.
Edward dejo de reír y dirigió la vista hasta el pobre delirante de Alan. Sonrió y fue caminando tranquilamente detrás de él. Alan estuvo a punto de desfallecer, pero abandono esa absurda idea y siguió corriendo.
Roger seguía observando la navaja, esta dolorido y no quería sufrir mientras se la sacaba. Por suerte para él, la espada impedía la hemorragia de sangre que le tenía preparada el estómago. Si no fuera vampiro ya estaría muerto, pero lo era… era un vampiro y eso nadie lo iba a cambiar. Rozo sus manos con el mango de la navaja, provocando un ligero movimiento que hizo mucho dolor a Roger. La situación en la que estaba era la peor que le podía pasar; no podía moverse, no podía tocarlo. Pero eso no le impediría jugar. Agarro la navaja y se la extrajo entre graves gritos de dolor y sufrimiento. Tiro la navaja a un lado y se miro la herida, observando como se cerraba. Sintió un ligero tirón del estómago y luego hizo unos movimientos de cintura para comprobar como había acabado su vientre.
-Bien – dijo mientras se frotaba la parte cicatrizada.
Roger comenzó a caminar hacia donde se habían ido Alan y Edward.
Alan se desmorono en el suelo y comenzó a notar las lágrimas surcar su rostro. Miraba el suelo, sin querer mirar a la muerte a los ojos. Se sentía desfallecido, si es que aún no lo estaba. Sonrió irónicamente y sus dedos rasguñaron el suelo cerrándose en un puño. Sus dedos se habían abiertos heridas en la yema de los dedos, desgarrándose. Pero a él le daba igual. Había llegado.
Estaba delante de él…
Sonriéndole sádicamente…
Había llegado el momento de desaparecer…
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