miércoles, 7 de diciembre de 2011

Capítulo 7 - Lágrimas son pocas...

Alan seguía esperando un golpe de Edward, pero al notar que no llegaba, se arriesgo a abrir los ojos y a elevar la cabeza. No se creía lo que veía.

Una bestia peluda agarraba del cuello a Edward y echaba espuma por la boca.

-U-u-un… ¿licántropo? – ni Alan se creía lo que decía.

Edward intentaba soltarse del agarre, intento clavarle las uñas en el brazo, pero el licántropo aguantaba el dolor y parecía sonreír de forma sádica.

-¿Cómo ha…? – una idea vino a la cabeza de Alan - ¡El olor de mi perfume!

Alan se levanto bruscamente del suelo y se acerco a contemplar a su salvador, con una sonrisa cuando miraba a Edward. El cuerpo de la bestia contenía algunos toques lilas de moretones en las rodillas, y en su nuca, abundaban pelos negros, dando a entender, que en su forma humana es moreno. Pero su cuerpo entero estaba lleno de pelos marrones que casi no dejaban ver su piel. Sus ojos eran de un amarillo brillante, mientras que algunos colmillos aterradores sobresalían por encima de sus labios. Sus gruesos dedos, acababan en temerosas garras.

-¿Quieres que me ponga duro, eh? – Edward estaba cada vez más cabreado.

El licántropo gruño en forma de grito, provocando que, del susto, Alan se cayera miedoso al suelo. Edward cerro los ojos para volver a abrirlos, completamente negros y vacíos, sonrió mostrando sus colmillos y con una velocidad descomunal, se los clavo en el brazo, al licántropo. Este ahogo el dolor, pero soltó rápidamente a Edward, lanzándolo hacia atrás. Edward hizo una voltereta en el aire para caer de espaldas al licántropo, luego giro la cabeza con una sonrisa triunfante.

-¡Oh no! – murmuro Alan – Si antes me costaba quitármelo de encima, ahora será peor.

El licántropo miro hacia Alan y este se asusto al ver esos ojos amarillentos, clavados en él. La bestia cogió a Alan y, con una fuerza sobrenatural, le lanzo por los aires. Alan acabo llegando, volando, hacia el final del pueblo, donde se encontraba la carretera para entrar y salir de este. Por el lado derecho había un gran campo de pasto, donde habían algunas animales encerrados entre las vallas de una granja; mientras que al lado izquierdo había un denso bosque. Alan se interno en el, sin pensar en lo que estaría haciendo ahora el licántropo.

-¡Maldita sea! – gruño Edward – No pienso perder este juego porque un bicharraco como tú me lo impida. ¡Adiós!

Edward corrió hacia donde Alan había caído, seguido de cerca por el licántropo, que milagrosamente, le alcanzaba en velocidad. Edward le miraba fijamente de reojo.

-Vaya. ¿Tú también quieres jugar? – Hizo una pausa y se paro al final del pueblo – Pues juguemos.

El licántropo llego a su altura y freno justo para darle un cabezazo en el estómago a Edward. Aunque la fuerza fue increíble, Edward solo arrastro los pies unos centímetros, casi sin inmutarse.

-Que aburrido – balbuceo.

Alan miraba desde lejos, como el licántropo intentaba golpear a Edward, pero este con esa extraordinaria velocidad lo esquivaba con suma facilidad. Le costaba imaginar que fuera tan fuerte un vampiro en su versión más tenebrosa. Como si no lo hubiera sido ya, antes, cuando estaba todavía en su forma humana. Escucho un ruido proveniente de unos arbustos que se encontraban a su espalda. Se giro bruscamente y se puso en posición de ataque, dispuesto a demostrar que el también servía para algo. Del arbusto solo salió un grillo, demasiado pequeño para hacer ese ruido. Es como en las películas, siempre se confunden con un animal y acaban acojonados.

-¿De donde ha salido ese licántropo?

Alan se sobresalto. A su espalda, en el lado derecho, Janiz observaba los intentos de golpes, de la bestia que la había salvado. Mientras que en el lado izquierdo, se encontraba Roger, mirando intrigado el cuerpo del animal.

-¡No! – Alan se giro asustado, con una posición de lucha que daba pena. Sus ojos mostraban inseguridad y miedo, mientras que la confianza de su corazón se había esfumado por completo. Ahora temblaba.
-¿Y a este que le pasa? – le pregunto Roger a Laura, mientras señalaba con la cabeza a Alan.
-Déjale. No sabe nada – respondió esta.
-Pues debería. No quiero correr riesgos después de todo esto.
-¿De qué estáis hablando? – pregunto Alan todavía muerto de miedo.
-Alan. Confía en mí – decía Janiz.
-¿Qué confíe en ti? ¡Has intentado matarnos!
-En ningún momento lo he intentado.
-Pero ¡Roger si!
-Era teatro, chaval – se quejaba este.
-¿Qué?
-¿De verdad creías que yo me había dejado llevar por esos malditos bastardos? – decía Janiz bastante decepcionada.
-Entonces… tú… tú… ¡sigues siendo tú! – dijo Alan abrazando a Janiz.

Janiz se sintió un poco rara por la extraña reacción del castaño, pero luego correspondió el abrazo.

-Hay… que bonito – decía irónico Roger.
-Tienes la misma reacción que tiene Nefarian a momentos como este – rió Janiz mientras se separaba de Alan.
-Nefarian… ¿qué le ha pasado? – pregunto Alan.
-El muy idiota hizo demasiado el ridículo y se estrello contra la catedral que había en la plaza. Rompió el vidrio donde estaba situado Jesús y luego cayó encima de la mesa donde estaban las joyas que, se suponen que eran de este – explico Roger.
-¿Lo de Nefarian también era fingido? ¿No había ningún brujo?
-Sí había un brujo. Edward lo mato después de que controlará a Nefarian – explico Janiz – De todas formas, sabemos como hacerle volver en sí.
-Pero, ¿por qué no ayudasteis a Jeremy y Elizabeth?
-¡¿Estás loco?! Haríamos peligrar la misión – gruño Roger.
-Pero…
-Pero nada – sentenció Janiz, luego sonrió socarrona – Además. Tenemos una trampa para acabar con la mayoría de los vampiros del grupo. Una lastima, porque Ricky y Martín empezaban a caerme bien…
-Eso me recuerda… Roger ¿por qué te has unido a Janiz en destruir al grupo con el que ibas?
-Odio ser vampiro y matar a la gente. Sé que, pase lo que pase, seguirán matando a escondidas – explico este.
-Entonces, Janiz, tú no quieres a Marcus ¿verdad?
-¡Claro que no! Ese maldito es igual de bastardo que todo ese grupo de psicópatas. Me ha costado mucho parecer indiferente, pero, en cuanto encontré a Roger, me confeso lo que pensaba del grupo, supe que podíamos ayudarnos mutuamente.
-Entonces… somos bastantes para destruirles – decía Alan.
-Sí, pero… - Janiz dirigió la mirada hacia donde ahora mismo Edward empezaba a golpear al licántropo – Ese licántropo no estaba en nuestros planes.
-Pero, de todas formas, Edward parece que se lo va a cargar y las cosas van a seguir igual – dijo Roger.
-Lo dudo. Pero, a la vez, veo en Edward una enorme amenaza…
-¿Por qué?
-Se supone que los vampiros y licántropos somos enemigos por naturaleza, es decir, tendríamos las mismas posibilidades de ganar en un combate de uno contra uno… pero… Edward tiene una enorme ventaja sobre él. Deberían estar igualados, no pegándole Edward una paliza a ese licántropo que da esgrima.
-La verdad es que no lo había pensado…

Edward golpeaba con todas sus fuerzas el peludo estómago de el enorme licántropo, quien gruñía de dolor mientras recibía cada uno de los puñetazos del vampiro. De repente, los golpes de Edward pararon en seco, el licántropo se extraño, pero al ver la sonrisa sádica que el vampiro mostraba, supo que solo había empezado. Edward araño el vientre del licántropo y luego se coloco tras él, subió por su espalda y clavo sus colmillos en el cuello de este.

-¡Joder! – Alan no podía creer lo que veía.

Edward saco los colmillos del cuello, y salto hacia atrás, cayendo tranquilamente al suelo. De las marcas que le había dejado, la sangre se deslizaba y se agolpaba por salir. El licántropo cayó de rodillas, mientras gemía de dolor. Su cuerpo empezó a dejar de ser peludo, tomando una piel humana. Llego totalmente a ser un humano, y Janiz y Alan no pudieron aguantar un grito de sorpresa…

…en el suelo, de rodillas, en unos pantalones cortos y destrozados, estaba Robbie Lionel, el capitán del equipo de fútbol del instituto.

-Capitán… - Alan balbuceaba asombrado.

Roger no sabía quien era, pero miraba sorprendido la reacción de los otros dos y sus gestos de preocupación y sorpresa. Estaban atónitos.

-Vaya. Vaya – reía Edward volviendo a tomar forma humana – Eres bastante joven para ser un licántropo. ¿Quién te ha llamado para transformarte antes de luna llena?

Robbie se coloco la mano, sobre la marca de los colmillos, intentando evitar que la sangre saliera. En su pecho desnudo, se mostraban moretones de los puñetazos recibidos. Alan cerró su mano en un puño. Tenía que hacer algo. Robbie siempre le había defendido en todo; en los partidos, en las peleas y ahora le había salvado de un vampiro… Tenía que devolvérselo. Sin pensárselo dos veces más, corrió hacia donde estaban.

-¡Alan! – Janiz se sorprendió por la repentina reacción del chico.
-¡Idiota! – gruño Roger.

Alan salió de entro los bosques para impactar su puño contra Edward, que solo giro la cabeza para debilitar el golpe. Alan levanto el otro puño dispuesto a volver a golpear a Edward, pero este lo paro con la palma de la mano, casi sin inmutarse, con la otra mano golpeo a Alan en la cara.

-Vaya bicharracos que sois todos aquí – dijo Edward con una prepotente sonrisa mientras se alejaba de Alan – Después de encargarme del fastidioso del licántropo, volveré contigo. No te muevas de ahí, brujito…
-¡Quieto! – gruño Alan, pero Edward le ignoro - ¡No te muevas!... ¡He dicho que no te muevas!... ¡¡Joder!!

Edward se agacho levemente para mirar a la cara a Robbie, que seguía lastimándose, con la sangre recorriendo su cuerpo y empapando su mano.

-Al ser tan joven, tu sangre, seguía sabiendo a la de un humano. ¿Sabes que me puedo alimentar de ti, verdad?

Robbie no podía responder porque las palabras no salían de su boca. Lo único que salía, era la sangre que no paraba. Sabía que dentro de poco, se moriría desangrado, ¿qué más podría haberle pasado? Pues podría haberse quedado en casa, ignorando ese olor de licántropo, como siempre hacia. Eso pasa por querer ser el chico bueno. Ni siquiera muere por defender a un licántropo, no sabía a quien había salvado, porque su conciente estaba destrozada, pero el olor desde tan cerca, mostraba un aroma pequeño que le indicaba de que no era un licántropo. Maldita suerte y maldito el tiparraco que le ha usado.

Roger y Janiz querían intervenir, pero no podían. Si lo hacían, seguro que Edward acababa con ellos y no podían destruir a ese maldito grupo de vampiros asesino. Si no lo hacían, Alan y Robbie morirían, a manos del sádico de Edward. Ese vampiro que se tortura a si mismo por servir a alguien, que sabe que es más débil que él.

-¡No todos somos como tú Edward! – gruño Alan llamando al atención del vampiro que se cernía al lado de Robbie.
-¿Qué quieres decir? – pregunto sabiendo que no debería de haberle hecho caso, sabía que iba a traer problemas.
-No todos somos como tú. No todos somos unos psicópatas que sufrimos por dentro y nos desahogamos por fuera.

Edward frunció el ceño. Robbie cayó al suelo semi-incociente. Alan no sabía que más podía hacer. Pero, Roger se arriesgo y mientras Edward le daba la espalda, cogió un palo puntiagudo y se lo clavo en el corazón.

-No hace falta estacas – gruño mientras se lo clavaba por la espalda.

Edward grito de cólera al reconocer la voz de Roger, mientras que su cuerpo empezaba rápidamente a hacerse ceniza…



“No todos somos como tú…

No todos somos unos psicópatas…
…que sufrimos por dentro…
…y…
…nos desahogamos por fuera”




No hay comentarios:

Publicar un comentario