Max soltó a Janiz mientras tiraba el bisturí. La bala le había atravesado la mano. A través de los barrotes de la celda, se podía ver claramente quien había disparado. Las lágrimas de felicidad de Janiz, empezaron a salir al ver a su hermano Jon con el arma en la mano y apuntando a Max.
-¡Pedazo de mierda! – gruñó Jon. Su ira se podía ver a kilómetros de distancia - ¡Me dijiste que intentabas ayudar a mi hermana no matarla, cabrón!
-¡¿Qué demonios haces aquí?! ¡Deberías estar donde te dije! – gritó Max adolorido mientras se agarraba la mano que había sido atravesada por la bala.
-Ha escuchado el grito de su hermanita – intervino Edward con suma tranquilidad – Como buen hermano mayor, ha venido a rescatarla. Y no me extraña viendo a este par de fracasados – añadió señalando a Roger y a Alan – Hoy hubiera tenido o no “la calavera”, no hubiera pasado nada.
-¿”La calavera”? – masculló Roger incrédulo.
-¿Qué es eso? – preguntó Alan en un susurro.
-Una enfermedad que tenemos algunos vampiros. Provoca que el vampiro que la tenga, pierda la inmortalidad y la capacidad de regeneración durante un período de tiempo, días exactamente – le explicó – Nunca imaginé que Edward la tuviera.
-Eso es bueno para nosotros ¿no?
-Lo sería si le actuará ahora. Si ha luchado contra Marcus debería de tener alguna herida grave, pero al no tenerla queda claro que se le ha regenerado.
Roger se levantó en ese justo momento y corrió hacia Max, para hacerle un gancho y luego patearle en la cabeza cuando iba a caer. Alan se levantó también rápidamente, pero se vio entorpecido cuando Edward se colocó entre él y Roger. Este reaccionó al instante golpeándole en la cara. Se oyó dos cosas que se rompían. Una eran los nudillos de Roger. Lo otro era la nariz de Edward.
Max se levantó con fiereza y cogió a Roger por la espalda, para luego estamparlo contra la pared con un grito de guerra. Roger gimió en el instante en que la pared se rompió con el impacto. Alan apartó de su camino a Edward con un simple empujón, y luego saltó sobre Max, cayendo ambos al suelo.
Edward se toqueteaba la nariz que parecía mostrar una hemorragia grave. Aunque a él le daba igual.
-Max, quédate tú. Tengo que detener tanta sangre o me pondré nervioso – dijo Edward desapareciendo en un visto y no visto.
-¡¡¿Qué?!! – gritó Max desde el suelo - ¡¡Cabrón!! ¡Traidor! ¡¡Sabes que no puedes contra ellos y te largas!! ¡¡Cobarde!!
Alan le calló con un puñetazo en la cara. Max quedó inconciente. Roger salió de entre los escombros de la pared y vio como Janiz estaba abrazando con fuerza a Jon. Escupió sangre para luego caer al suelo.
-No puedo volver a hacer esto – masculló entre gemidos de dolor.
-Tenemos que acabar con este – dijo Alan refiriéndose a Max.
Alan tenía la respiración bastante agitada, pero no tanto como la de Roger, que parecía estar a punto de sufrir un infarto en cualquier momento.
Roger elevó la cabeza para ver a Alan y luego hizo un gesto de afirmación.
Jon dejó la pistola en el suelo, pero luego se cortó con un viejo cristal que había al lado. Janiz se quedo paralizada.
-Roger – le llamó con miedo – Roger.
-¿Qué? – preguntó el susodicho mirándola.
Jon estaba confuso, los miró a ambos taponando la herida que se había hecho en la mano. Roger se levantó con brusquedad y cuando fue hacia Janiz está ya había sacado los colmillos.
-¡¡No!! – Roger tuvo que saltar sobre ella para impedir que se abalanzará sobre su propio hermano.
Alan comprendió enseguida y se alejó del cuerpo de Max para agarrar a Jon por la camisa y sacarlo de la celda bruscamente.
-¡Déjala! - gritó Jon a Roger desde fuera de la celda - ¡Suéltame! ¡La está atacando!
-¡No! Ella quería atacarte a ti – Al ver la cara de Jon, Alan continuó – Sé que es una locura, pero tú hermana es ahora una vampira novata. ¡No puede resistirse a la sangre!
-¿Qué? ¿Estáis locos? ¡¿Crees que me voy a tragar eso?! – gritó Jon.
-¡Hágame caso! – Alan le zarandeó con brusquedad.
-¡Janiz! ¡No quiero hacerte daño! – dijo Roger intentando contenerla en el suelo.
-¡Yo si que quiero hacerte daño! – gritó ella quitándoselo de encima.
Roger alzó una ceja, incrédulo. Janiz corrió hacia él y lo lanzó hacia el mismo hueco de la pared que ya había hecho él antes.
-¡¿De dónde coño saca esa fuerza?! – balbuceó Alan mirando lo que sucedía.
Janiz miró hacia la parte de fuera de la celda, haciendo que Alan se asustará y Jon se sorprendiera al ver esos ojos en su hermana. Janiz caminó con lentitud hacia la puerta de la celda, mientras que los otros dos parecían paralizados.
No. Estaban poseídos. La mirada de Janiz era de lujuria, no de ansia. Ni siquiera podían respirar con normalidad, ni balbucear, ni…
-¡Para, preciosa! – gritó Roger saliendo otra vez desde los escombros – Después de esta me voy a desmayar, así que no me lo pongas más difícil.
Janiz se giró y mostró los colmillos. Roger sólo se quedó quieto y luego se cayó repentinamente al suelo. Alan se sorprendió, pero no pudo mostrarlo porque su trance se lo impedía.
-Me he quedado paralizado – dijo Roger sin mucha convicción – Menuda mierda ¿eh?
Janiz siguió su camino hacia fuera de la celda. Alan recordó que tenía su libro de hechizos en el bolsillo, así que comenzó una batalla interna.
-¡Eh! ¿A dónde te crees que vas? – gritó Roger todavía en el suelo - ¡No me ignores, Janiz!
Ella no hacia caso, sólo caminaba con la misma tranquilidad que antes. Jon actuó sospechosamente, controlada por su hermana, levantando la mano con la herida justo en el momento en el que ella le cogió del brazo y ella le chupó la sangre.
-¡¡No!! – gritó internamente Alan abriendo bruscamente los ojos.
Al minuto siguiente Janiz se dispuso a morder a su hermano en el cuello. Pero fue agarrada del brazo y obligada a darse la vuelta, fundiéndose en un furtivo abrazo.
-Joder. Justo a tiempo ¿eh, Alan? – La voz de Nefarian seguía mostrando esa pizca de alegría que mostraba él.
Jeremy era el que abrazaba a Janiz con fuerza y cariño. Nefarian había aparecido para agarrar a Jon, que estaba a punto de caerse al suelo desmayado.
-Vaya. Si es el burlón – masculló Roger con dificultad desde el suelo.
-¿Eh? – Nefarian miró a Roger en el suelo dentro de la celda – ¿Y a ti que te ha pasado?
-¿A ti que te parece? Mi cuerpo se ha paralizado por todo el esfuerzo físico que he hecho. ¡Si está ahí ese maldito novio, que le quedé claro que he sido yo el que la ha mantenido con vida todo este tiempo, príncipe azul!
-Gracias – dijo él débilmente al notar que Janiz no hacia fuerza.
Cuando la separó de él, vio que ella estaba dormida. Sonrió. Alan también se tiró al suelo, estirándose. Nefarian dejó a Jon en el suelo y ayudó a Roger a mantenerse en pie, aunque no podía ni mover las piernas.
-Si es que… ¡sin nosotros no podéis hacer nada! – dijo con alegría.
-Y ese ¿qué? – Roger se refería a Max.
Nefarian vio a Max en el suelo y frunció el ceño.
-¿Quién es? – preguntó.
-Se llama Max. Es un vampiro que va con Edward. Luego te contaré más. ¡Ah! Y Edward está vivo.
-¡¿Qué?! – Nefarian se asustó.
Jeremy no sabía ni quién era Edward, por lo que no le dio mucha importancia. Estaba sentado en el suelo, sosteniendo a Janiz en sus brazos, mirándola con dulzura y acariciando su piel con suavidad. Se sorprendió al darse cuenta de que faltaba algo.
-¿Dónde está Elizabeth?
-Ni idea – dijeron al unísono Alan y Nefarian.
-Será mejor que les llevemos a todos a la casa de Janiz. Haremos creer a Jon que fue un sueño – explicó Roger intentando inclinar la cabeza.
-Buena idea – afirmó Jeremy levantándose sosteniendo aún a Janiz.
Tardaron lo poco en salir de ese lugar tan lúgubre, dándose a ver que se encontraban en una fabrica abandonada a las afueras del pueblo. Aunque había algo que no fueron capaz de saber…
Robbie seguía en la celda, gritando de dolor al notar que su cuerpo se desgarraba psicológicamente. Se sentía desfallecer y apunto de golpear la puerta de acero, cuando sus ojos comenzaron a soltar las lágrimas que él no quería ni sentir. Al final, golpeó la puerta con tanta fuerza ajena a él mismo, que la derribo destrozando la pared de alrededor con ella. Ya no era él.
-¡¡¿Qué me habéis hecho?!! – gritó con todas sus fuerzas al notar que se iba a transformar en esa bestia que él quería controlar - ¡Por favor! ¡No me hagáis esto! ¡No me…!
Ahora lo que hizo fue rugir con todas sus fuerzas.
-Oh, oh – musitó Edward apareciendo en el marco de la puerta del laboratorio - ¿Ya estás sintiendo el efecto? ¿Ya sientes toda esa fuerza que ningún licántropo a sido capaz de sentir? ¡Pues ahora aprovéchala y cárgate a los que creen que los licántropos no son nadie! ¡Aprovecha ese poder que te he dado y ayúdame a acabar con todos esos hipócritas: vampiros y mortales! Porque, ¡tú y yo acabaremos con todos ellos, Robbie! Tú, has nacido para esto.
Edward le guiñó un ojo y se hizo un lado para que Robbie pasará a toda velocidad, rompiendo la pared en su paso.
-Que bonito es verlos crecer – susurró para sí en cuánto notó que Robbie se encontraba bastante lejos – Y que bonito será verlos a todos morir. Estúpido.
Robbie corría rompiendo todo a su paso. Parecía estar cabreado. Parecía estar enfadado. Pero estaba triste, sufriendo y luchando contra sigo mismo para parar a ese ser que se estaba apoderando de su cuerpo. A ese ser que era él.
Se detuvo al notar un olor extraño. Cuatro vampiros, un brujo y un mortal. El olor del brujo le resultaba del todo conocido: le había salvado la vida, del hombre al que ahora ayudaba. Pero debía matarle.
-¡Huele a licántropo! – gruñó Roger.
-Notaba un extraño olor – dijo Nefarian dejando a Roger en el suelo.
Jeremy corrió para llevar a Janiz y a Jon a un lugar más apartado, aunque luego volvió enseguida pese a ya no ser un vampiro.
-¿Son muchos? – preguntó Jeremy a Roger.
Roger pareció decir alguna palabrota. Estaba en el suelo, sin moverse y a él no le habían sacado de allí. Alan lo sabía, pero se calló.
-Solo uno – Se digno a decir.
Nadie lo vio venir. Robbie salió de la nada y arremetió contra Alan, que gritó en cuanto notó que algo le tocaba mientras tiraba el cuerpo del Max inconciente. Nefarian y Jeremy solo pudieron girar la cabeza a tiempo de ver como Robbie corría ahora hacia ellos y extendiendo los brazos, se los llevaba a ambos también por delante haciéndolos volar y caer otra vez contra el duro suelo.
Roger sintió el aliento en su nuca. Tragó saliva al notarlo cada vez más cerca. Estaba solo y no podía moverse. Quiso decir algo, pero creía que podía pasar inadvertido, hasta que sintió que las garras le acribillaron la espalda de forma desgarradora y su sangre chocaba contra el hocico del licántropo.
Y gritó de dolor con toda la fuerza que el miedo y el sufrimiento le permitió.
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