-¿Quién eres? – gritó entre lágrimas Lucas.
-Vaya – Marcus cogió una manzana que había en un frutero al lado del teléfono – Gracias por invitar.
Clavó sus colmillos humanos en la fruta y luego se sentó de forma cómoda en el sofá.
-¡¿Quién eres?! – volvió a gritar Lucas con fuego en los ojos.
-¿Yo? Me llamo Marcus. Soy el raptor de Janiz – se burló mientras le guiñaba un ojo a Janiz - ¿Por qué lo preguntas?
-¡No me vengas con esas! ¡Dime quien eres y dejad de jugad a este juego! ¡Habéis ido demasiado lejos! – Lucas cerró los puños y se preparó para atacar.
-Pero si el chico quiere guerra… - masculló Marcus mientras daba otro mordisco a la manzana.
Elevó la cabeza, mientras saboreaba la manzana y tragaba casi con dificultad. Cuando volvió a abajarla, sus ojos había perdido el color verde que le hacía tan carismático. Sus colmillos se mostraron por encima del labio inferior y una sonrisa de oreja a oreja se había ocupado el espacio del rostro. Lucas sintió miedo, pero reaccionó de forma violenta y se dirigió a golpear al rubio.
-¡¡No Lucas!! – intento detenerle Janiz, pero demasiado tarde…
Marcus en un simple pestañeo, ya estaba detrás de su atacante y lo agarró por detrás, por los pelos y por el brazo derecho, haciéndole muchísimo daño. Lucas soltó un enorme grito de dolor, que sobresalto a su padre.
-¡Basta! ¡Detente! – le suplicó sin poder moverse, al verse inmovilizado por el fuerte golpe recibido.
-¿De verdad? ¿Debería hacerle caso, Janiz? – la miró con esa sonrisa que tanto hacia temblar a sus enemigos.
-Sí. Deberías – le respondió seria y fijándose en sus sentimientos.
-¿Debería tener piedad? – ella solo asintió - ¡¿La misma piedad que tú y ese canalla de Roger tuvisteis con Edward?!
-¡Marcus yo…!
-¡¡Cállate!! – hizo una pausa y sacó de su bolsillo el cuchillo ensangrentado, pegándoselo en el cuello a Lucas, que se aterro – No sé como demonios esta ese brujito vivo, pero no lo estará por mucho tiempo, ¡ni él, ni tú amiguito! Si no vienes conmigo ¡Ya!
-Si voy contigo les dejarás en paz.
Marcus soltó una sonora carcajada mientras parecía que iba desbordar lágrimas de diversión.
-¿De verdad tengo pinta de idiota? – clavó levemente el cuchillo en el cuello de Lucas, haciéndole un pequeña raja por la que el chico gritó espantado – Si vienes conmigo, ellos estarán vivos en una celda.
-Eso no es un trato
-Para ti no. Para mi sí, y muy valioso.
-¿Tan importante soy para ti?
-No sabes cuanto, preciosa.
-Si me quieres, tienes que dejarlos.
-¿O si no qué?
-Me suicidaré.
-Oh, no lo harás.
-Oh, si lo haré.
Janiz corrió sin saber exactamente si se dirigía a la cocina. Marcus sonrió de forma sádica y en un segundo se lanzó tras ella. Consiguió llegar a la cocina y vio como Janiz apuntaba a su corazón con un cuchillo.
-¡Vamos! ¿En serio te vas a suicidar? ¡Lo único que conseguirás con eso es que ellos también mueran!- rió apoyándose en el marco de la puerta.
-No, si Jeremy llega antes – sonrió ella.
Marcus soltó un gruñido por lo bajo al escuchar ese nombre que tanto había oído ya.
-Escúchame, Janiz. ¡Ese chico ni siquiera a dado señales de vida!
-¿No será porque lo tienes encerrado?
-¡¿Y tú crees que por suicidarte va a salir?!
Marcus estaba consiguiendo lo que quería, Janiz se estaba relajando, despistándose de lo capaz que era de cualquier cosa el desagradable vampiro. Marcus se movilizó rápidamente, para conseguir golpear la mano de Janiz, provocando que ella soltará de forma forzada el cuchillo. Antes de poder hacer algún otro movimiento, Marcus consiguió inmovilizarla cogiéndola de un brazo, mientras la tiraba amenazante al suelo.
-Espero no haberte hecho daño – dijo con sorna mientras se “limpiaba el polvo” que había en su ropa - Ahora voy a por el brujo y enseguida volveré a por ti.
-No le toques, psicópata – le advirtió ella mientras le miraba de forma asesina.
-Déjate de tonterías, preciosa – la calló mientras se disponía a salir de la cocina, cuando se detuvo – Por cierto, ¿tú tienes carnet de conducir?
-Maldito seas – murmuro mientras se lamentaba del brazo.
Marcus solo sonrió y salió de la cocina, para luego volver a entrar de forma brusca y tras recibir un fuerte golpe.
-¿Se puede saber que te pasa? – gruñó sin ni siquiera mirar a su atacante.
-Si quieres matar a Alan, ¡por encima de mi cadáver! – bramó entrando cierto moreno con una pinta de perdido.
-¡Anda! Pero si esta aquí el príncipe azul – rió Marcus haciendo un aspaviento con la mano, mientras miraba hacia Janiz.
-¡Janiz! – Jeremy se llevo las manos a la cabeza – No solo me tengo que cargar al Marcus del demonio, ¡también a Janiz!
-¡Jeremy! ¡Estoy contigo! – chilló Janiz, como si leyera los pensamientos del chico.
-¿Ah, sí?
-No por mucho tiempo – volvió a reír Marcus mientras le devolvía el golpe.
Jeremy salió despedido fuera de la cocina y se escuchó el fuerte golpe que recibió contra la pared.
-Para ser un vampiro, si que ha volado – se burló Marcus.
-¡Vampiro! ¡No me acordaba de que ya no soy un vampiro!... ¡Ay, mi madre! ¿Cómo salgo de esta? – pensaba Jeremy mientras se intentaba levantar.
Mientras tanto, Max se sentaba sobre la mesa de laboratorio, con una sonrisa traviesa.
-Parece que haya creado un Frankenstein – rió.
-No tiene gracia. ¿Me das a dar la chaqueta o qué?
-Vale – se levantó y cogió la primera que vio mientras se la lanzaba - ¿Cómo te sientes?
-Como si me hubieran despedazado en una batidora.
-Te han dado duro ¿a qué si?
-Cállate. A todo esto ¿dónde esta Marcus?
-Ni idea. Desde que has muerto, esta saliendo mucho y de un lado para otro.
-Pero ¿no era de día?
-Sí. Pero hace un día espantoso. Guay.
-Vaya… y ¿dónde esta nuestro amiguito?
-No sé como te he hecho caso. Esta por allí – dijo señalando hacia un pasillo, cercano al laboratorio, llena de celdas metálicas.
-Será porque soy tú jefe. Y gracias.
Caminó con bastante dificultad, haciendo reír a Max, por lo que soltó un gruñido por lo bajo. Se paró delante de una de las celdas y miro a Max, que iba hacia él, caminando de forma tosca y burlona.
-Diablos. En fin, ¿esta bien?
-Perfectamente.
-Pues abre la puta puerta.
-¡Vale, vale! No te alteres, hombre.
Max obedeció y la abrió. Ambos entraron, mientras el pobre chico se seguía acorralando a si mismo, en un rincón.
-¡Ah! Marcus me dijo que te encargarás de eso. Lo de los casos de emergencia – le recordó Max al hombre.
-Vale, pero hazlo tú. Ahora cállate.
-Ok.
Se agachó y luego sonrió de forma falsa y con un brillo en los ojos que podían ver el odio que ocultaba.
-Hola Robbie.
-Mmm…
-¿No me recuerdas?
Robbie seguía sin responder.
-Fui el que te hizo todos esos moretones. Y el que te mordió. Edward, a tu servicio, o debería decir, tú, a mi servicio.
Robbie sintió un escalofrío al mismo tiempo que notaba el miedo apoderarse de él. Estaba encerrado, por un tipo que había intentado matarle.
-No hay razón por la que temerme. Simplemente, tienes que hacer lo que yo te diga – le replicó con una sonrisa que ya empezaba a resultarle cansina.
-¿Y por qué iba a hacerlo? – se atrevió a preguntar Robbie.
-¡Anda! Si hablas. Ya creía que te había comido la lengua el gato.
Edward emitió una sonora carcajada, mientras Max reía por lo bajo.
-Y… vas a hacerlo porque si no lo haces, tus padres tendrán que pasarlo ¿canutas? ¿es así como lo decís hoy en día?
-¡No toques a mis padres, bastardo!
Robbie se levanto bruscamente mientras empujaba a Edward, que se dejo caer fácilmente para volverse a reír, divertido.
-Este chico me cae muy bien ¿eh? – sonrió mirando a Max, que solo asintió con una sonrisa torcida.
Edward se levantó sin ni siquiera apoyar las manos, para luego coger del cuello a Robbie, impidiéndole tocar el suelo con los pies.
-Escúchame bien, perrito. Si tú me obedeces, ellos no mueren. Si tú no me obedeces, ellos mueren. Pero, no solo mueren, dejaré que veas como los torturo, sacándoles cada gota de sangre que haya en su putrefacto cuerpo, ¿lo entiendes maldito chucho?
Los ojos de Robbie se volvieron acuosos y cristalinos, estuvo a punto de gemir, entre el dolor y el miedo, que ese sádico vampiro había creado en la sala. Max simplemente trago saliva, agradeciendo al diablo, que él no hubiera estado en la situación del licántropo.
Edward le soltó de repente, provocando que cayera al suelo, recibiendo un enorme impacto en la espalda, haciendo que se retorciera de dolor y las lágrimas escaparán de sus ojos. El vampiro simplemente puso una cara indiferente, para luego sonreír con prepotencia y salir de la celda, la cual cerró Max, tras salir él también. Robbie se estremeció y se arrastró hasta la esquina en la que había estado antes, aún muerto de miedo. ¿Por qué querrían unos vampiros tan psicópatas su ayuda? ¿Por qué habían ido a por su familia? Y lo que más le hacía preguntarse… ¿cómo demonios había vuelto a la vida ese desgraciado y diabólico vampiro, que él fue capaz de ver, con su último aliento, como se hacía ceniza y maldecía al otro vampiro que le clavaba aquella “estaca”? Edward simplemente era maquiavélico, eso estaba claro…
Aunque Jeremy estaba confuso, sin saber que hacer, sabía que tenía que hacer algo para salvar a Janiz y acabar de una vez con ese demonio de nombre Marcus.
Se levantó, un poco tambaleado y busco algo con la mirada, algo que le sirviera como estaca, para deshacerse de él.
-Lucas – le llamó en un susurro.
El chico solo le miro entre confuso, miedoso y lloroso.
-¿Tienes algo puntiagudo? – le preguntó.
Lucas señaló hacia una enorme estantería, repleta de libros de medicina, que tenía algo parecido a trofeos. Uno de ellos, tenía la forma de una estaca, con un pequeño cartel que ponía “A la mejor historia de fantasía sobrenatural”. Jeremy le agradeció a Dios, desde sus adentros. Aprovechando que seguramente Marcus estaría cogiendo a Alan o discutiendo con Janiz, rompió el cristal sin mucho disimulo, y agarró el trofeo. Fue con mucho cuidado hacia la cocina, y exactamente, Marcus estaba discutiendo con Janiz, justamente de espaldas a él.
-Es mi momento – masculló alzando el trofeo y abalanzándose sobre el vampiro.
-¡¡¡AH!!! – gruñó Marcus al notar como la sangre se deslizaba por su piel, tras el trofeo haber atravesado… la mano con la que había impedido el golpe… - Vaya mierda… ¿no, principito?
-Oh, no…
-Oh, sí.
Marcus movió la mano, haciendo crujir sus huesos, para desencajar la mano del trofeo. Observó con una sonrisa pícara, el enorme agujero que tenía en la mano, mientras la sangre se salía a chorros. Elevo la cabeza con gesto victorioso y en el segundo siguiente, pero con un rostro de dolor, la herida se regenero sola.
-Eso no se hace, principito. Esta tontería pudo haber matado a Edward, pero a mí no…
Marcus cerró la mano en un puño y golpeó a Jeremy en la cara, haciendo que lo último que viera fuera la oscuridad de su mente al apagarse.
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